jueves, 3 de mayo de 2012
Historia de Orgarth: Capítulo 4
Estaba navegando entre los entresijos de la disformidad, pero algo reclamó su atención.
A Zyndor no le gustaba núnca que lo interrumpiesen en medio de su ritual en el mar de las almas. Oyó el sonido distante de una alarma, como si estuviese a kilometros de donde se encontraba, pero sabía perfectamente que debería de ser el comunicador de la sala. Con disgusto, encaminó nuevamente su forma astral a la luz oscura con olor a óxido de metal y un sabor parecido a la sangre que era su cuerpo. Así era el mar de las almas, todo un cúmulo de sensaciones que uno nota con más de los cinco sentidos conocidos.
Centró su fuerza de voluntad nuevamente en su cuerpo con un pequeño esfuerzo. Estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas, manteniendo las manos abiertas con las palmas hacía arriba con parte de la túnica y del suelo llenas de escarcha, típico tras una sesión psíquica. Se levantó prestamente del suelo y abrió el canal de comunicación.
- Que ocurre? No dije que jamás me molestaseis cuando estoy en una sesión psíquica?
Nueker interrumpió sus quejas secamente, como si no importarse que pudiese decirle al hechicero.
- Lord Orgarth le ordena que se prepare junto con su escuadrón de corruptores para teletransportación a la nave enemiga en caso de ser necesario.
- Maldita sea, - pensó Zyndor - que demonios quiere decir con eso de en caso de ser necesario? Se piensa que no puedo limpiar esa maldita nave xenos yo sólo junto con mis siervos?
La bilis se subió por la garganta haciendola arder, pero ese ardor palidecía comparado con el ardor de odio que tenía Zyndor hacia su señor. Su ardor interior salió inconscientemente al exterior de Zyndor mediante sus poderes psíquicos y la temperatura de la sala empezó a subir rápidamente, derritiendo la escarcha acumulada de la sesión psíquica.
- Dile que la escuadra de corruptores y yo estaremos listos para teletransportación en diez minutos. Necesito ir a por mi equipo.
- Así le informare a lord Orgarth. - contestó robóticamente Nueker cerrando la transmisión.
Relajó su mente y la temperatura de la sala volvió a la normalidad. Allá donde antes había escarcha ya sólo quedaban pequeños charcos de agua que reflejaban un aura púrpura apagándose alrrededor del cuerpo de Zyndor. El hechicero tuvo que recordarse a sí mismo que debía mantener siempre el autocontrol, ya que el uso indiscriminado de sus poderes sólo atraerían aún más entidades de la disformidad. Cosa que no quería. Aún.
Dió una orden mental a sus poseídos, que en estos momentos estaban todos encadenados y aletargados en una sala preparada especialmente para ellos, para que el hechizo que los mantenía tranquilos se suavizara lo suficiente para que fueran obedientemente a la sala de teletransportación de la nave. Así es como los dominaba. Sólo cuando estaban en el fragor de la batalla anulaba casi plenamente el hechizo para que así dieran rienda suelta tanto los marines como los demonios que habitaban sus cuerpos y que estaban bajo las órdenes de Zyndor. Siempre procuraba dejar una mínima parte del hechizo activo para que los poseidos "distinguiesen" aliados de enemigos, después de comprovar que sin eso, sólo eran puras máquinas de destrucción.
Una vez dada la orden, salió de la sala.
Orgarth recibió el mensaje de Nueker una vez ya estaba dentro de un misil de asalto de carga hueca que se usaban en los abordajes espaciales. Dado su enorme tamaño, no había ningún otro tripulante salvo él. Una vez comprovados todos los cierres y confirmados que los diez misiles de asaltos estaban cargados y listos, Orgarth dió la orden de disparo e inició mentalmente un cronómetro para calcularf el tiempo de intercepción.
El templor inicial fue compensado por el giroestabilizador de su cuerpo y tras un breve instante el misíl salió de La Purga de Almas. Gracias a que estaba conectado a la matriz del misil, Orgarth soltó una maldición al comprovar que tras menos de un minuto de vuelo uno de los misiles de asalto fue destruído por un disparo láser de la nave Eldar. Nueker tenía razón de que iba a ser bastante arriesgado, pero Orgarth no pensó que iba a serlo tanto.
El tiempo del vuelo le pareció eterno y se sorprendió más de una vez recitando como un mantra el grito de guerra de su legión para centrarse en lo que iba a venir. Dos misiles de asalto más se perdieron en los minutos dos y tres, haciendo que la impaciencia de Orgarth fuese cada vez más difícil de controlar. Cuando el cronómetro marcó cinco minutos y trece segundos, el misíl de asalto impactó contra algo duro y fue abriendose paso con su taladro gigante de fusión que era su cabeza. Una vez el misíl encontró una cavidad vacía, se detuvo y los cierres de seguridad explotaron mostrando a Orgarth el interior de la nave Eldar.
Desembarcó del misíl a un pasillo del color del hueso y comprovó que no estaba sólo. Una lluvia de discos monomoleculares le dió la bienvenida e impactaron contra el blindaje delantero de su sarcófago pero sólo lograron hacer saltar un poco de pintura y chispas. Los guerreros con casco cónico que le dispararon estaban cerca de él y se quedaron momentaniamente sorprendidos al ver lo que realmente se les había echado encima, dejando de disparar al enorme bípode pr un momento.
Fue ése el momento en el que Orgarth alargó sus brazos y soltó una intensas llamas rojas que devoraron inmisericordemente a los guerreros eldar entre gritos de agonía.
- Ahhh.... esta es la música que me gusta. - pensó Orgarth. - Es la hora de descubrir como se lo hicieron para saber donde y cuando saldriamos de la disformidad y quien está detrás de todo.
Y dejando que los gritos agónicos de los guerreros iban acallándose poco a poco, Orgarth escogió una dirección del pasillo y avanzó, activando la baliza de su nuevo cuerpo y dando una orden por el comunicador:
- Guerreros de Hierro, a mí!!
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