Como siempre, se encontraba en la
habitación adyacente al centro de mando de la nave La purga de
almas. Era la antigua sala del
navegante. Se encontraba sentado
en el suelo y sobre un intrínseco dibujo que ocupaba todo el suelo
de la habitación y gran parte de las paredes y el techo.
Se esforzaba por visionar en su
mente el objetivo que vio en una de sus inmersiones en la
disformidad, una pequeña luna rojiza que orbita sobre un planeta
naranja.
Zyndor
estaba en el centro de la habitación con tres miembros de su
escuadrón de corruptores rodeándol. Uno es Ématos, un antiguo
sargento de Olympia que participó en el asalto a Terra hace ya más
de diez mil años y que ahora era un ser hecho de carne y ceramita
fundidas a partes iguales, con una cabeza que sólo contiene una
enorme boca con 3 filas de dientes amarillentos y afilados. Otro es
Iunar, un antiguo devastador de la legión, cuyo cuerpo corrupto
poseía 2 cabezas: la suya propia y la del demonio que lo poseió en
un impío ritual hecho por el propio Zyndor y cuyos brazos estaban
formados por un tentáculo y parte de la hoja de un antiguo modelo de
espada-sierra. Y por último estaba Maelnar, el que antaño fue uno
de los mejores armeros de la compañía y cuyas manos habían
mejorado muchas armas en los largos asedios de ésta y que ahora eran
unas enormes pinzas fusionadas a lo que antaño fue la servoarmadura
que él mismo había mejorado durante el viaje de escape de Terra.
Una obra maestra en opinión de Zyndor.
Dada
su naturaleza demoníaca, Zyndor a veces los usaba como catalizadores
de sus poderes psíquicos, logrando gestas que raramente podría
realizar sin pagar un alto precio como su propia alma. Esta era una
de las ventajas de tener un demonio atado dentro de un cuerpo vivo
pero la desventaja era que a la larga el precio debe de pagarse y el
hechicero siempre tenía que buscar algún agujero en las reglas del
juego de ganar poder, para poder continuar vivo.
Siguió
concentrándose en la meta, mientras nave de combate de su señor
navegaba por la disformidad.
Un
débil pensamiento cruzó su subconsciente y Zyndor intentó
ignorarlo y seguir con su labor, pero cuanto más intentaba ignorarlo
más peso ganaba en su mente.
- ¿No
quieres saber que hay en ese planeta y que haga que Orgarth no
quiera compartirlo contigo? - oyó en su subconsciente de manera
casi imperceptible.- ¿Estás seguro de lo que haces, o no vistes
como el martillo hidráulico del nuevo cuerpo de tu señor se movió
un poco en un efímero momento cuando le dijistes que habías
encontrado la dichosa luna? - volvió a oir.
Una
mueca de disgusto apareció en la cara del hechicero. Sabía muy bien
que esa voz era de algún depredador de la disformidad que intentaba
desconcentrarlo para tratar de devorar su alma, pero por suerte para
el hechicero la suma de las protecciones que él mismo había grabado
en la sala con la sangre de dos marines miembros de los Templarios
Negros y sus 3 acompañantes eran barrera suficiente para evitar eso.
Pero debería seguir concentrado e ignorar estas y más molestias que
uno ve y oye mientras navega mentalmente por el mar de las almas.
Aún y así, pensó
en lo frustrante que fue intentar saber que movía a Orgarth a ir
allí pero no descubrir absolutamente nada. A veces los sirvientes de
los poderes ruinosos no sabían nada o simplemente les divertía ver
como el hechicero no obtenía las respuestas que buscaba. Esto hizo
que más de una vez el hechicero descargara su rabia sobre algún que
otro ser que antaño fue humano de los miles que trabajaban
afanosamente en la nave, aunque este tipo de acciones no conseguían
apaciguarlo por mucho tiempo.
Tres días más
tarde, La purga de almas salió de la disformidad. Zyndor
había visto que unos sistemas más adelante había una tormenta
disforme y sugirió dar un rodeo o bien salir al espacio real e ir a
velocidad de crucero. A Orgarth la noticia lo había disgustado
enormemente pero sabía muy bien que navegar en la disformidad cuando
esta está enfurecida era peligroso incluso para sus seguidores más
cercanos. Y Orgarth no era en absoluto un seguidor de los dioses así
que no quiso jugársela a los caprichos de una disformidad
enfurecida.
Las alarmas de la
nave empezaron a sonar de repente por todas partes y se cambió las
luces de toda la nave al modo de combate.
Orgarth abrió
mentalmente un canal con el puente de mando de la nave y el sarcófago
donde estaba metido hizo la conexión de forma automática.
- Por Perturabo,
situación?
Una voz sonó en la
mente de Orgarth, una transmisión directa a su cortex cerebral y que
literalmente era como si la estuviese oyendo directamente. La voz era
de Nueker, el enviado del Adeptus obscurum que había dirijido todo
el diseño y planificación del nuevo cuerpo de Orgarth, una voz que
le disgustaba enormemente pues carecía de toda vida, como la suya
ahora.
- Mi señor,
estamos siendo atacados por una nave no identificada de diseño
xenos. Vienen de camino dos misiles que impactarán en 2,0459
minutos. Acciones a tomar?
No salía de su
asombro, alguien los estaba atacando justo después de salir de la
disformidad! Estaba claro que Zyndor debería haber predicho algo
así. Si sobrevivieran al ataque, Orgarth pediría explicaciones al
hechicero.
- ¿Eres idiota
o qué? Maniobra de evasión y asalto! Quiero que esos xenos tiñan
mi martillo y mi pinza con sus restos! Planea un abordaje a su nave!
- Como ordene.
La transmisión se cortó con un chasquido. Y así empezó la
batalla.
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