Después de que lo forzaran a sumirse
en un profundo sueño, Orgarth despertó del que podría ser uno de
los más extraños sueños que jamás había tenido hasta la fecha.
Estaba en la forja principal de su nave de guerra, la Purga de almas,
rodeado de servidores y de los magus obscurum que enviaron por la
alianza que forjó con el Adeptus obscurum por entregar una PCE que
encontró en el mundo-forja donde robó 50 armaduras de exterminador.
Tras meditarlo, pensó que lo mejor era consultar lo que vio en sus
sueños con Zyndor, su hechicero personal y hechicero en jefe de su
partida de guerra. Luego focalizó su atención a lo que veía.
Observó con poco interés, como la
última vez, la miríada de datos que tenía delante de sus ojos. Al
contrario que la última vez, el sarcófago del dreadnought que
albergaba los restos de su moribundo cuerpo parecía que estaba
equipado con gran parte de lo que pidió. Mientras contemplaba los
datos que ofrecía la matriz interna del sarcófago, una voz
interrumpió su atención.
- Mi señor, estais despiertos de nuevo?
La voz era sin duda de Zyndor. Recordó
lo que le dijo la última vez que habló con él, antes de que lo
forzaran a sumirse en sueños de pesadillas. Un principio de ira
estalló en su ser.
- Gusano inmundo...- dijo lleno de odio - porqué me forzasteis a dormir?
Cambío mentalmente a las vistas
externas captadas por los sensores del dreadnought. En su mente vió
una imagen espectral sobresaturada de colores y datos que indicaban
desde puntos de calor registrados, distancias mínimas y máximas
optimas de disparo, radar de movimiento de los objetos vivos o
muertos que estaban fuera de la simple vista pero que atravesaban las
paredes de la sala donde se encontraba, etcétera. Uno de los seres
que captaba frente a él era Zyndor ataviado con su armadura de
exterminador, como casi siempre en el último siglo, y portando su
báculo que según detectaban los sensores, irradiaba algún tipo de
energía desconocida. Como de costumbre, también portaba el casco puesto, para poder esconder sus expresiones faciales más facilmente.
- Perdoneme, mi señor. Tuve que forzarlo a entrar en una meditación muy profunda, porque tuve una revelación. Un mensajero de los dioses quería daros un mensaje en persona, ya que no quisieron ellos bendecirme con dicha revelación.
Orgarth pensó para sus adentros que
Zyndor posiblemente ya lo habría intentado por todos los medios
posibles hacerse con dicha información. Pero no tenía ni idea de si
lo había conseguido o no. Por ello, decidió calmarse un momento y
pensó que lo mejor era no mencionar parte de lo que había visto en sus sueños.
- ¡Tu deber era informarme de ello antes de proceder, no tomar por tu cuenta la iniciativa sin mi autorización, Zyndor! - dijo Orgarth con rabia, aunque una vez más del sarcófago sólo salía una voz monótona carente de poder mostrar ningún tipo de sentimiento. – Si veo que ni siquiera lo intentas otra vez, serviré tus restos a tu amado escuadrón de corruptores, entendido?
Zyndor hizo un ademán de reverencia y
asintió. Sabía muy bien que si los dioses tenían un papel para él,
ni siquiera Zyndor con todos sus trucos mágicos podría socavar su
dominio sobre la partida de guerra, pero núnca estaba de más tomar
precauciones.
Luego pensó en el escuadrón de
corruptores de Zyndor. Una escuadra de diez guerreros de hierro que
fueron elegidos por Zyndor durante los siglos que Orgarth y los suyos
estuvieron perdidos por la disformidad, convertidos mediante la unión
de la posesión de demonios de la disformidad y de artes arcanas y
prohibidas. Normalmente estos seres mitad marines del caos, mitad
demonios, ayudaban a la navegación por la disformidad y se usaban
como una especie de caja de resonancia de los poderes de Zyndor en
sus oscuros rituales. Sin embargo cuando iban al campo de batalla,
como guardaespaldas del propio hechicero, destruían con sus miembros
mutados y sus poderes disformes a todos aquellos que osasen acercarse
a su señor, no importaba si estaban hechos de carne o metal. A
Orgarth núnca le gustó el poder de los corruptores, pero Zyndor era
de una ayuda inestimable en sus planes futuros, así que tenía esta
concesión.
Recordando los datos en los que había
centrado su atención antes, Orgarth preguntó:
- ¿Como es que aún no tengo todos los módulos instalados? ¿Porqué os está llevando tanto tiempo hacerlo a ti y a los magus obscurus el finalizar con mi nuevo cuerpo?
Zyndor se mantuvo inmóvil y en
silencio durante un instante, hasta que decidió responder a su señor.
- Mi señor Orgarth, lo que pidió es sumamente difícil. No sólo porque el cuerpo de un dreadnought tiene un límite de módulos que puede portar, si no que el sistema de refrigeración necesario para todos los sistemas que pidió es sumamente difícil de lograr que funcione optimamente y que a la vez puedan ser instalados con seguridad. En cuanto a sus protecciones mágicas, estoy trabajando en un...
- ¡Suficiente! - lo interrumpió – ya veo que llevará más tiempo del que pensé. Quiero que busques la localización de la luna de un planeta que desconozco.
Zyndor asintió nuevamente.
- ¿Es lo que ha visto en su sueño mi amo Orgarth? - preguntó curioso.
- Así es. Se encuentra en algún punto cerca de la puerta de Cadia. Es un planeta naranja con cinco lunas de las cuales una tiene un tono rojizo.
Meditó durante un instante y le dijo a
su señor:
- Consultaré los mapas astrales de la zona y si es necesario me adentraré en la disformidad para visionar ese planeta. Pero mi señor, ¿porqué hemos de mobilizarnos a esa luna?
- No es asunto tuyo. – pensó satisfactoriamente para sus adentros, viendo que Zyndor no sabía nada - Sólo inicia la busqueda en cuando acabes las protecciones mágicas en mi sarcófago. Ahora vete.
Zyndor asintió con desgana y salió de
la gran forja donde estaba el nuevo cuerpo Orgarth casi completado,
rodeado de varios servidores y magus del Adeptus Obscurum que trabajaban afanosamente.
Pasaron las semanas y Orgarth poco a
poco iba consiguiendo el cuerpo mecánico que deseaba.Su meta era
lograr un dreadnought con un blindaje reforzado, armado con un
poderoso martillo sismico en su brazo derecho y que fuese capaz de derribar cualquier muro. En su brazo izquierdo quería unas enormes pinzas hidraulicaspara poder partir por la mitad a sus enemigos. Ambos brazos estarían armados
con un lanzallamas pesado cada uno que se nutriesen de una mezcla negruzca
pero altamente inflamable. Y por último el propio sarcófago con una
forma de una gran boca demoníaca que alojaría un gran cañón de
fusión. Todo ello movido por unas poderosas piernas hidraúlicas
blindadas y con las bendiciones de los dioses oscuros para que fuese
aún más dificil destruirlo.
Durante todo es tiempo, Orgarth intentó
entrar en meditación profunda de nuevo pero no consiguió tener otro
sueño con el que comunicarse con los dioses del caos o sus
mensajeros. No se extraño de ello, los dioses oscuros eran
impredecibles. De vez en cuando para entretenerse, recordaba las
últimas batallas que había tenido con su cuerpo original contra los
mil veces malditos Tiranidos. Este ejercicio le hacía replantearse
las tácticas que uso pero sobretodo le ayudaba a planear otras
nuevas, pues había sobrevivido al gran devorador y nunca se sabe si
volvería a toparse con ellos y con el tirano de enjambre que acabó
con él una vez. Cada vez que recordaba al tiranido de enjambre, los antiguos
cortes que su mutilado cuerpo tenía, le dolían nuevamente como
recordatorio de la experiencia.
Después de varios meses, Orgarth logró
su objetivo. Su cuerpo estaba listo por fín.
Los adeptus obscurum estaban ultimando
los últimos detalles del dreadnought cuando Zyndor entró en la
forja. Estaba como siempre, con su armadura de exterminador y su
báculo chisporroteante de energía, aunque por primera vez en años,
sin el casco puesto. Se dio cuenta que hasta ese momento no recordaba como era la fisonomía del
hechicero, ni su cabeza sin pelo con enormes cicatrices y tatuada con
simbolos esotéricos, ni su cara deformada por el uso extremo de sus
poderes psíquicos con ambos ojos arrancados largo tiempo atrás y
cuyas cuencas vacias no impedían que el hechicero viese como
cualquiera de sus hermanos marines del caos, ni su boca llena de
dientes afilados que ahora mismo estaba sonriente. Aunque como lo
veía a través de los sensores del dreadnought, Orgarth tuvo que poner parte
de su imaginación para verlo como lo hubiese visto con su cuerpo original.
Parecía que tenía buenas notícias o
bién que había logrado ver lo mismo que Orgarth vio tiempo atrás
en el sueño inducido a la fuerza por el hechicero del caos. Tuvo
dudas por un momento y estuvo tentado a matar al hechicero si las
primeras palabras que saliesen por su boca fuesen las equivocadas.
Por suerte para Zyndor, no fue así.
- Lo logré mi señor, descubrí por fín donde se encuentra la luna y el planeta que buscaba. Tengo las coordenadas listas y podemos partir en cuando usted lo ordene.
Los últimos retoques fueron acabados
de ajustar y el cuerpo de Orgarth se activó al 100% por primera vez.
Su primera acción fue alzar el brazo con el martillo y reducir a una
masa gelatinosa llena de fluidos hidraulicos y sangre, al servidor de
mantenimiento más cercano. Esto hizo dar un respingo a los magus
obscurum que se encontraban cerca de Orgarth y al propio Zyndor. Una vez hecha la primera demostración
de fuerza, Orgarth dio su primera orden desde que murió a manos de
los Tiranidos:
- Muy bien pues, poned rumbo inmediatamente a esa luna. Hay trabajo que hacer.
trobo que si que va quedar be que el mates un tirano concretament la matriarca,la historia queda epica
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